miércoles, 13 de abril de 2011

De profesores y graduados

Los graduados de la carrera de Letras trabajan. Trabajan de correctores, editores, periodistas, traductores, profesores de español para extranjero, en oficinas, desde su casa; hay quienes tienen oficios verdaderamente extraños. Algunos otros trabajan como profesores en la misma carrera de Letras. Pero resulta que para la carrera, la facultad y la Universidad de Buenos Aires, la mayoría de los que desempeñan esta última actividad no son profesores, categorizan como graduados (una identidad genérica que desdibuja, precisamente, el aspecto laboral de su relación actual con la carrera).
La distinción arbitraria entre “profesores” y “auxiliares”, que divide de modo corporativo el cuerpo docente,  habilita una distribución injusta de las cargas y  beneficios laborales; obstaculiza los ingresos, las regularizaciones y la carrera docente; dificulta y/o invisibiliza las investigaciones de quienes, como docentes auxiliares, ven comprometida la legitimación de sus proyectos y trabajos; genera valoraciones asimétricas de antecedentes e impide que docentes altamente formados sean reconocidos como formadores de otros docentes e investigadores. Con una representación sensiblemente menor en las instancias de gobierno universitario, los derechos políticos y laborales de los docentes universitarios quedan así relegados mientras que este escenario imposibilita, además, una política que atienda a las necesidades reales de  los graduados, porque en la actualidad el claustro está orientado a paliar las necesidades imperiosas de los auxiliares docentes.
El reclamo del claustro único docente implica, entonces, el reconocimiento de las tareas efectivamente desempeñadas por los llamados “auxiliares” y la especificación de los problemas que afectan a los egresados de Letras en otros ámbitos laborales, que requieren que la carrera, la facultad y la universidad encaren un trabajo de negociación sobre las incumbencias del título de grado en otras instituciones.

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